A no entender que para recoger los mejores frutos, primero hay que sembrar, regar, cuidar, mimar, esperar, mimar y esperar… y entonces, comer ese ansiado tomate.
No aceptar que incluso a veces, haces todo lo que tienes que hacer, y llega un gusanito y pierdes el sabroso manjar.
Vivimos con el foco puesto en el resultado.
»Si mi objetivo es ayudar a la gente a llevar una vida saludable a través de la fisioterapia y el ejercicio. Mis acciones se deben centrar en generar contenido como churros para cubrir todas las necesidades que se me presentan.»
¿Quién me asegura que por generar más y más rápido voy a ayudar a más gente?
Y es que a pesar de entender que así es como funcionan ahora mismo las cosas, también entiendo que si no te encuentras bien con el ritmo que lleva la vida, está en tu mano cambiarlo.
Restarle un poco de tiempo a las actividades que consideramos productivas a corto plazo, y dedicarlo al cuidado de nuestra salud, de nuestro entorno, incluso al análisis desde la distancia de nuestros proyectos, nos hace crecer y nos permite mejorar a largo plazo.
Creo que este trocito de entrevista a Ramón Bayés refleja muy bien la importancia de invertir en cultivarnos, en disfrutar del viaje y en ampliar nuestras experiencias más allá de los ‘’deberes’’ del día a día: https://bit.ly/3ME7B2N
Personalmente, cada vez veo más claro que todo aquello que realmente me hace feliz, requiere de mi cariño, mi paciencia y mi tiempo. Siendo la paciencia clave cuando te planteas grandes objetivos.
Conforme avanzamos y crecemos ganamos perspectiva que nos lleva a tomar decisiones desde otro punto de vista.
¿Crees que tú yo de hace 10 años tendría las mismas respuestas que tú yo de ahora?
Si yo me planteo esa pregunta la contestación sin duda es no, en eso consiste aprender, y por eso no podemos mantener las mismas acciones sin pararnos a afilar el hacha.
El cuento del leñador y el hacha
Me encantan los cuentos que me ayudan a entender mejor la vida. Uno de mis favoritos es el del leñador y el hacha:
Cuenta la historia como un leñador se presentó a una prueba de trabajo para cortar árboles.
Sin duda su motivación, fuerza y capacidad de trabajo destacaban entre todos los candidatos.
Consiguió el puesto de inmediato y el primer día logró cortar 18 árboles, todo un hito.
A pesar de los maravillosos resultados, al día siguiente se dispuso a batir su récord, con la sorpresa de que al acabar el día sólo había sido capaz de talar 15 árboles.
Día tras día el leñador se esforzaba al máximo para conseguir cortar un mayor número de árboles, pero sin embargo, conforme pasaba la semana, cada vez eran menos los árboles talados al acabar el día.
Ante tal desesperación, decidió ir a hablar con el jefe para explicarle la situación:
– No lo entiendo. Por más que me esfuerce, cada día corto menos árboles.
El hombre que le había contratado le miró y preguntó:
– ¿Cuánto hace que no afilas el hacha?
– ¿Afilar? No tengo tiempo para afilar. Estoy muy ocupado cortando árboles.
Tener la capacidad y la paciencia de invertir tiempo y esfuerzo, en cuidarte, en cuidar lo que quieres, mejorar tu salud y valorar tus decisiones, supone afilar el hacha.
Al necesitar generar constantemente, nos cuesta encontrar el tiempo necesario para invertir en esas pequeñas cosas que a corto plazo aparentemente no ofrecen resultado, pero a largo plazo nos permiten evolucionar y crecer.
¿Hace cuánto tiempo que no afilas tu hacha? Yo voy a parar para afilar la mía ahora.
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