Llegó el día de tratar este magnífico (y un poco escalofriante) temazo. Aunque, a diferencia de los supermercados con las secciones de mantecados y turrones hasta arriba desde finales de octubre – principios de noviembre, vamos un pelín tarde.
¿No os parece alucinante? El mundo se pre(para) para este increíble evento que protagoniza nuestras vidas. Y qué os voy a contar que no sepáis ya. La navidad es la navidad, luchar contra ella es una batalla perdida.
¿Qué sucede en estas fechas tan señaladas?
Todo, absolutamente todo, gira en torno a eventos sociales y familiares, y la mayoría de ellos, alrededor de una mesa. Vaya, no me sorprende en una cultura en la que sólo sabemos celebrar comiendo. Y ante esto, es normal que nuestras rutinas, comidas en casa, equilibrio… se vaya al garete.
El problema ante el cual nos enfrentamos son todas esas comidas fuera de casa, en cantidades excesivas, de elaboraciones copiosas, con ingredientes ricos en azúcares, grasas, sal; y acompañadas normalmente por la ingesta de alcohol.
Además de esos aperitivos o entrantes que nos llenan tanto que no sabemos dónde meternos para los principales. Y por supuesto, sin olvidar aquellos postres que siempre siempre tienen un hueco en el estómago. En consecuencia podemos apreciar, entre muchos otros, algunos síntomas como malestar abdominal, gástrico e intestinal que puede derivar a patologías más complicadas.
Vayamos al grano
No voy a daros las mismas recomendaciones que podéis encontrar en internet con un solo click sobre cómo llevar una navidad más saludable. Aún así, ojo, que de entre todos los consejos que se exponen, algunos me preocupan un poco porque pueden aumentar nuestra EXIGENCIA por cumplirlos en estas semanas bastante descontroladas y pueden aumentar nuestra FRUSTRACIÓN por no alcanzar esos objetivos que nos marcamos.
Y perdonad que os diga, pero en Navidad, no queremos culpabilizarnos, queremos disfrutar. Entonces, lo que yo propongo es:
- Asumir que la rutina va a desaparecer. Cuanto antes seamos conscientes de ello, más libres nos vamos a sentir y mayor disfrute tendremos. Evitar culpabilizaciones y frustraciones al respecto.
- Intentar hacer elecciones saludables siempre que podamos cuando comemos fuera. Y si no es posible, por lo menos, tomar consciencia de que estamos haciendo otras elecciones menos saludables y que eso TAMBIÉN ESTÁ BIEN.
- Además, ser conscientes de lo que comemos y poner atención a cada bocado puede evitar excesos. En estos eventos sociales mientras comemos estamos expuestos a muchos estímulos. Comer mientras charlamos o conversamos hace que lo hagamos de forma inconsciente y como consecuencia muchas veces, ingiramos más de lo que necesitamos o queremos.
- Quizá, lo que más pueda estar bajo nuestro control son esos días vacíos del calendario en estas fiestas. Podemos aprovecharlos para cocinar saludable y comer bien, de forma consciente, movernos e hidratarnos.
¿Y qué pasa con los dulces?
El último bocado pero no el menos importante. Además de habernos involucrado en una comida copiosa, saciante, quizá excesiva, con mucha ingesta de bebidas azucaradas o alcohólicas… El postre siempre es bien recibido, se espera con ganas e ilusión y aunque pueda llegar a ser una bomba calórica, nuestro estómago hace hueco para recibirlo sí o sí.

Culturalmente, el postre tiene un gran reconocimiento en estas festividades, obviarlo, a veces, no es una opción. Y si encima, somos dulceros (como en mi caso), no hay discusión que valga.
Debido a que estas elaboraciones contienen muchos azúcares, tras ingerirlas, a nivel cerebral se activan unas señales que nos retroalimentan para no dejar de comerlos ni tener control sobre su ingesta. Y esto, puede llegar a ser un problema.
Además de que en nuestro entorno, la predisposición a comerlos aumenta ya que estamos constantemente SOBREESTIMULADOS. Anuncios publicitarios jugando con nuestra parte emocional para crearnos la necesidad y dulces en las estanterías de los supermercados bien visibles desde meses antes de Navidad para que no nos olvidemos de comprarlos.
En consecuencia nos encontramos en casa un abanico de opciones bastante amplio; y encima, nos preguntamos: “¿Por qué he comprado tanto? Si en el fondo no quería…” Tranquilx, no te fustigues, tu entorno te ha condicionado, era muy difícil no caer en la tentación.
Pero es que además, en casa, los colocamos en una vitrina con visibilidad o en un recipiente bastante bonito y llamativo decorando el centro de la mesa, porque en el hogar, los dulces, junto al árbol, también forman parte del decorado navideño. Así, ¿cómo resistirnos? ¡Es imposible!
¿Cómo me salvo de este dulce ataque?
No tenemos que huir hacia ningún sitio. Mi intención no es demonizar estos postres navideños. Forman parte de la cultura, están ahí, no podemos hacerlos desaparecer. Y además, seguramente, nos gustan (están fabricados meticulosamente para ello).
Mi pregunta es, por un lado: ¿por qué no íbamos a disfrutarlos, por qué tenemos que obligarnos a mirar a otro lado? Si lo hacemos desde un lugar de plena consciencia de que lo que vamos a ingerir no es saludable pero tomamos la decisión, nos apetece y lo disfrutamos, para mí el objetivo está cumplido.
Desde ese lugar es más fácil escucharnos y saber regular la cantidad que comemos o incluso sentir que no nos apetece porque ya estamos llenos, y dejarlo para otro momento. Lo bueno de no prohibirnos estos dulces procesados es que no aumenta nuestra ansiedad por engullirlos todos en casa de los familiares el día de Navidad. Podemos comerlos otro día, sin presión, sin prisa, sin necesidad.
Por otro lado, mi otra pregunta es: ¿Podemos hacerlo mejor? ¿Está en nuestro control optar por otras opciones más saludables para nuestro organismo? Podemos comerlos, pero atiborrarnos a estos dulces quizá sea excesivo. No tenemos que acabar con toda la caja de mantecados. Ni llenar el carrito de todos los tipos de turrones existentes. Es justo ahí, en esa compra, en la que sí podemos tomar acción.
Yo siempre me focalizo en aquellas decisiones que podemos tomar cuando tenemos el control. Regular la compra es muy importante. Hay cavidad para estos productos, pero tampoco tienen que ocupar toda la despensa. Optar por otra opción más saludable también es muy interesante. Para poder seguir disfrutando de este bocado dulce y delicioso sin necesidad de acudir a estos productos excesivamente adictivos.
No olvidemos que tener el poder de elegir nos hace libres. Siempre hay opciones a lo que buscamos o necesitamos y siempre puede haber elecciones desde el disfrute y el autocuidado.

Hay alternativas saludables en supermercados como frutos secos, frutas deshidratadas, chocolates >85%, cremas de frutos secos (sin azúcares ni grasas añadidas)… También hay alternativas caseras igual de deliciosas y fáciles de hacer pero utilizando ingredientes de calidad nutricional (donde controlamos nosotrxs mismos la cantidad), respetuosos con el medio ambiente y que evitan esos picos de azúcar en sangre que pueden ser perjudicial para nuestra salud además de adictivos para nuestro cerebro.
Esta es mi opción favorita, como sabéis, me encanta la cocina, la disfruto muchísimo y elaborar dulces navideños saludables es uno de mis momentos favoritos. Lo hago desde un lugar consciente, presente y agradecido.
¿Te gustaría aprender a elaborarlos desde la tranquilidad de tu casa? Te leo.
Deja un comentario